Pensamos que habitamos nuestras casas, nuestras plazas, nuestras ciudades, pero solo habitamos nuestras prácticas ordinarias. Las casas que aquí se presentan son los afectos que nos habitan en el día a día.
Por lo tanto, diseñar se convierte en un acto de escucha interna y externa. La arquitectura en un dispositivo para desarrollar unos afectos diferentes. Las casas como la expresión espacial y material de nuestras realidades afectivas más primitivas. Y este libro, un ejercicio personal con vistas comunes. Una manera de desarrollar una comunidad, unos parentescos, una familia extendida con uno mismo y con el mundo. Una manera de habitar la práctica vital en la experiencia de afectar el vínculo de la vida.
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